A la higuera vas cuando te sentís mal, con esa gente que te hace sentir tan bien. Seguramente no sigas ningún consejo que te den, mucho menos a esa hora de la mañana que nadie sabe bien lo que dice, pero las escuchas igual. Ellas hablan sobre sus relaciones, sobre sus opiniones, sobre sus ideas pero principalmente te escuchan. Te escuchamos.
La higuera es ese lugar que te transmite paz, o alegría, o tranquilidad. En realidad es la gente que está en la higuera, y no el lugar en si. En el medio del caos de los recreos y de los insultos y los puteríos que tenemos, sentarnos ahí cuando pega el solcito, nos trae un poco de cordura, o nos permite desvariar un poco entre tanta racionalidad.
Y tal vez me estoy quedando con los últimos minutos de la película y me estoy olvidando de las dos horas de tortura previa, pero es que fueron tan buenos esos últimos minutos...
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