martes, 23 de octubre de 2012

Narro, luego existo

La narración se convierte en un atractivo para las masas, con independencia de la capacidad técnica y las dotes creativas de los individuos, porque el narrar es uno de los modos de responder a los desafíos de la identidad. Narrar significa establecer una continuidad, significa la posibilidad de reconocer el hilo que une al pasado y al futuro. Narrar parece responder a la difícil tarea de conjuntar la multiplicidad. En el contexto de dificultades en que se mide la identidad, la narración se vuelve una suerte de tabla de salvación a la que se atribuyen poderes de apoyo, terapéuticos y catárticos. 
(...)
Frente al cambio que apremia, el futuro nos desafía ahora a cada minuto y crece la percepción de que vivimos "instantes fugaces". La tentación es en tal caso, la de anclarse en el pasado, fijándolo en la inmovilidad. La narración depresiva hace del pasado un mito. En el cultivo del recuerdo, se nos encierra apartándonos de las posibilidades y los desafíos del día de hoy. 
El futuro nos acosa, pero en cualquier caso debemos llevarnos detrás algo de nosotros mientras transitamos. La tentación de la narración proyectiva es la de poder dejar todo a las espaldas en cualquier momento. La fuga hacia el futuro se convierte en cancelación de la memoria. (...)

Fragmentos de Teoría social para una era de la información de Alberto Melucci

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