miércoles, 24 de octubre de 2012

Rehenes al destino


Las relaciones interpersonales con todo lo que acarrean (amor, relaciones de pareja, compromisos, derechos y deberes mutuamente reconocidos) son al mismo tiempo objeto de atracción y de aprensión, de deseo y de temor.  La mayoría de nosotros, la mayor parte del tiempo, adoptamos dos aptitudes frente a esa novedad de “vivir sin cadenas”, de relaciones “sin compromisos”. Las codiciamos y tememos al mismo tiempo. No daríamos marcha atrás, pero nos sentimos a disgusto donde estamos ahora. No sabemos qué hacer para tener las relaciones que deseamos, y lo que es aún peor, no estamos seguros de que tipo de relaciones deseamos. 

Amar significa estar decidido a compartir y mezclar dos biografías, cada una con su diferente carga de experiencias y recuerdos y su propia singladura. Por la misma razón, significa un acuerdo cara al futuro, y por tanto, cara a ese gran desconocido. Significa entregar rehenes al destino. También significa hacerse dependiente de otra persona dotada con una libertad parecida para elegir y con voluntad para mantener dicha elección, y por tanto, de otra persona llena de sorpresas, imprevisible. 
El comienzo de una relación requiere el consentimiento de dos y para acabar con ella basta solo con la decisión de uno de los miembros; toda relación de pareja está condenada a ser blanco constante de ansiedad ¿Y qué pasa si el otro se aburre antes que yo?
La disponibilidad de una salida fácil constituye en sí misma un obstáculo formidable para la consumación del amor. Hace que sea mucho menos probable el tipo de esfuerzo a largo plazo que dicha consumación requeriría, que sea susceptible de ser abandonado mucho antes de alcanzar una conclusión gratificante. 

Luchamos afanosamente por la seguridad que solo una relación comprometida (¡Si, comprometida a largo plazo!) puede darnos, y aun así tememos una victoria tanto como una derrota. Como toda relación es frágil, tal vez el recurso de multiplicar y amontonar relaciones nos haga sentir que el terreno es menos traicionero. Sustituimos las pocas relaciones profundas con una masa de contactos escasos y superficiales.

Fragmentos de Identidad de Zygmunt Bauman

Soundtrack: Desarma y Sangra - Serú Giran


1 comentario:

  1. Sí, sí, sí y mil veces sí, exacto. Por eso es que comenzar una relación, en serio, es un acto de fe. Y por eso también es que la confianza en el otro es esencial, y muchas relaciones comienzan a sucumbir a partir de cosas que hacen mella en ese aspecto de la pareja: Vuelve el temor (o simplemente se lo alimenta, quizás nunca se lo elimina completamente) y se empieza a retacear el esfuerzo de que habla el cuarto párrafo. Ahí es cuando se está en problemas.

    Gracias Bauman, gracias Jaku u.u

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